8 de noviembre de 2016

8 de noviembre de 2016

Queridos hijos de Medjugorje, ¡alabados sean Jesús y María!

1. El 2 de noviembre, conmemoración de los fieles difuntos, Mirjana recibió la aparición mensual de la Virgen María en la Cruz azul en presencia de una multitud de peregrinos que también habían venido a Medjugorje para la celebración de Todos los Santos. Luego transmitió el siguiente mensaje:
“Queridos hijos, para mi Corazón maternal es una gran alegría venir y manifestarme a ustedes. Es un regalo de mi Hijo para ustedes y para los que vendrán. Como Madre los invito: amen a mi Hijo por encima de todo. Para que puedan amarlo con todo el corazón deben conocerlo; y lo conocerán por medio de la oración. Oren con el corazón y con sentimiento. Orar significa pensar en Su amor y en Su sacrificio. Orar significa amar, dar, sufrir y ofrecer. Hijos míos, los invito a ser apóstoles del amor y de la oración. Hijos míos, este es un tiempo de vigilia. En esta vigilia los invito al amor, a la oración y a la confianza. Mi Corazón maternal desea que cuando mi Hijo mire en sus corazones, vea en ellos confianza y amor incondicionales. El amor unido de mis apóstoles vivirá, vencerá y desenmascarará el mal. Hijos míos, yo fui el cáliz del Hombre-Dios, fui instrumento de Dios, y por eso, apóstoles míos, los invito a que sean cálices del amor puro y sincero de mi Hijo. Los invito a ser un instrumento para que quienes no han conocido el amor de Dios y nunca han amado comprendan, acepten y se salven. ¡Les doy las gracias!”
Mientras la Gospa se alejaba, Mirjana vio un cáliz.

2. Por primera vez en 35 años de apariciones, la Virgen nos dice que ella fue “el cáliz del Hombre-Dios”, y nos invita a que nosotros mismos seamos cálices. ¡Muchos se cuestionan qué quiso decir con esto! Debemos orar muy intensamente para comprender esta invitación, porque hay que considerarla como una revelación de parte de nuestra Madre del Cielo. Evidentemente, Ella quiere conducirnos por un camino inesperado para nosotros.

No hay misa sin cáliz. En el momento del ofertorio, se vierte el vino en el cáliz. Durante la consagración, por lo tanto en la transubstanciación, el vino se transforma en Sangre por las palabras del sacerdote que, en ese momento, es otro Cristo (persona Christi). “Este es el cáliz de mi sangre, dice, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados”. El cáliz es por lo tanto un vaso sagrado, estrictamente reservado para la celebración de la eucaristía, y es sagrado a causa de su contenido divino.

Desde el momento de la Anunciación, María ha sido el tabernáculo viviente del Hombre-Dios durante 9 meses ya que lo portaba en su seno; pero no solamente en su seno, sino que lo llevaba en todo su ser. La unión muy especial de corazón y de alma entre el Hijo-Dios y su Madre era tal que toda la persona de María vibraba con lo que vivía su Hijo en su seno, especialmente por su locura de amor por la humanidad que ya brotaba de su divino Corazón como un manantial impetuoso. Y después del nacimiento de su Hijo continuó llevándolo de manera cada vez más intensa.

El cáliz es el lugar del desbordamiento del amor. Cuando los judíos celebran el Kidoush, es decir la bendición del pan y del vino durante la cena del Shabat, vierten el vino en la copa y lo hacen desbordar como signo de la sobreabundancia de los dones de Dios para con el hombre.

El cáliz en el Evangelio es también el que Jesús ve llegar para él cuando ora por nosotros en el Huerto de los Olivos. Ese cáliz es un cáliz de vértigo, de grandes sufrimientos. Jesús llega a decir: “Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz” sin embargo agrega: “Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22, 42).

3. ¡Se buscan vigías! No olvidemos lo que la Gospa nos dice previamente en su mensaje: “Hijos míos, este es un tiempo de vigilia. En esta vigilia los invito al amor, a la oración y a la confianza”. Ahora bien, una vigilia es un tiempo de espera donde se aguarda lo que acontecerá, un tiempo de preparación. Un tiempo en que la vigilancia se incrementa porque un acontecimiento muy importante está por producirse. Es también la manera de no dejarse sorprender por el enemigo si viniera a atacarnos. Estamos invitados por lo tanto a ser como los vigías que oteaban las murallas de Jerusalén, a quienes María en muchísimas ocasiones vio en sus puestos de guardia cuando peregrinaba a la Ciudad Santa.

La Gospa nos prepara por medio de sus mensajes sin revelarnos con claridad qué nos aguarda. No necesita decírnoslo porque basta con que nos preparemos siguiendo sus consejos. Ella nos especifica que cuando su Hijo mire en nuestros corazones su “Corazón maternal desea que vea en ellos confianza y amor incondicionales” ¿Cuándo mire? ¿Por qué de repente se refiere a un tiempo futuro si Jesús mira constantemente nuestros corazones? Es porque Ella ve el porvenir y quiere tranquilizarnos: Jesús estará allí y nos mirará; no estaremos abandonados, no tenemos por qué temer. Es por ello que nos exhorta a que tengamos una confianza y un amor incondicionales. En mi opinión sería bueno que aprendamos este mensaje de memoria.

¡Pidamos la gracia de transformarnos, como la Virgen María, en un cáliz viviente donde Jesús pueda derramar su amor y hacerlo desbordar! Este cáliz purificado que contiene la Sangre divina y que permite que esa Sangre sea elevada hacia el Padre como ofrenda eucarística. Este cáliz es propuesto a algunas personas llamadas al martirio para que participen de manera privilegiada en el ofrecimiento de Jesús a su Padre por la remisión de los pecados y la salvación de la humanidad.

4. ¿Hacia la gloria? Juan y Santiago le piden a Jesús poder sentarse a su derecha y a su izquierda en su gloria (Mc 10, 37). Y Jesús les propone que beban de su cáliz. “Ustedes beberán el cáliz que yo beberé” les dice. Era efectivamente el medio más eficaz de responder a su pedido, pero ciertamente no era lo que ellos habían previsto o deseado. No podemos acceder a la gloria de Dios por un toque de varita mágica sino más bien uniéndonos a Cristo en su muerte y en su resurrección. En efecto, el compartir el cáliz de Jesús y transformarnos nosotros mismos en cálices, al igual que María, nos permite hacer que la salvación se propague aún más y que llegue particularmente a aquellos que todavía no conocen el amor de Dios o a quienes lo rechazan. Como discípulos de Jesús, es decir íntimamente unidos a Él a ejemplo de María, nuestra vida cristiana se convierte en una misa perpetua, celebrada con alegría a favor de este mundo que encuentra sumido en densas tinieblas.

5. Noviembre es el mes cuando recordamos a aquellos que partieron de este mundo antes que nosotros. Como vivo a 10 minutos del cementerio de Komarica, cerca de la iglesia de Santiago Apóstol (en Medjugorje), suelo ir a orar allí durante 9 días corridos pidiéndoles a las santas almas que intercedan por gracias muy precisas. ¡Siempre he podido comprobar su poderosa intercesión! Por otra parte la Gospa les ha dicho a Vicka y a Jakov cuando los llevó a visitar el Purgatorio: “Cuando ustedes oran por las almas del Purgatorio se ganan intercesores que, a su vez, los ayudarán en el transcurso de esta vida, especialmente a no aferrarse a las cosas terrenales…”

En su Diario, santa Faustina cuenta: “En la víspera del día de los difuntos, al atardecer, fui al cementerio. Lo encontré cerrado, pero entreabrí un poco la puerta y dije: ‘Queridas almas si desean de mí alguna cosa, la haré con gusto, dentro de lo que me permite la Regla’. Entonces oí estas palabras: ‘Cumple la voluntad de Dios. Nosotras somos felices en la medida en que hemos cumplido la voluntad de Dios’. Por la noche aquellas almas me visitaron y me pidieron que orara; recé mucho por ellas… Mientras la procesión volvía del cementerio, vi a una multitud de almas que nos acompañaban a la capilla y rezaban junto con nosotras”. (§ 518 y 519)

6. He aquí una valiosa oración para obtener de Jesucristo la gracia de una buena muerte:
Oh divino Corazón de Jesús, concédeme la gracia de vivir siempre según tu voluntad tanto en las horas más bellas, felices e importantes de mi vida como en los momentos difíciles. Concédeme estar siempre preparado para la última hora. Dame la valentía de ofrecerlo todo, hasta mi vida si fuera necesario, por tu amor. Oh Jesús, por tu muy santa y dolorosa Pasión haz que tu venida en el momento de mi muerte me encuentre despierto como un servidor fiel, como un verdadero penitente después de una buena confesión y provisto de los últimos sacramentos. Oh Señor, no me abandones en mi último combate en la Tierra, cuando deberé luchar contra Satanás, quizás enfurecido. Que tu santa Madre y Madre de Misericordia, san Miguel y los ángeles me asistan y protejan contra toda tentación en el momento en que deba dejar este mundo. Que puedan consolarme y fortalecerme en medio de los tormentos. Concédeme, Señor, en aquella hora una fe viva, una esperanza firme, un amor ardiente y una gran paciencia. Haz que plenamente consciente me entregue entre tus manos y me abandone como un pequeño niño en tu santa paz. En tu infinita bondad y tu gran misericordia, oh Jesús, acuérdate de mí. Amén.


¡Querida Gospa, teniéndote a ti como Madre, estamos protegidos y tus mensajes son para nosotros excelentes señales indicadoras en medio de este mundo tan caótico.

Sor Emmanuel +